Mujer y niña en la ciencia… económica. Goldin y las brechas de género
Por Rosa Santero Sánchez (miembro de la Junta Directiva de la AEET y Contratada Doctora en Economía Aplicada en la URJC)
Aprovechando la celebración el 11 de febrero del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, he participado en mi universidad con la Unidad de Cultura Científica y la Innovación en las actividades que desde las universidades se ofrecen a los institutos de secundaria y bachillerato para promover las vocaciones científicas, también en las ciencias sociales, y en concreto, en economía.
La preparación de mi charla me ha ayudado a reflexionar sobre la incorporación de la perspectiva de género en la investigación económica y la necesidad de visibilizar referentes femeninas en este ámbito. Ha sido fácil partir de la Premio Nobel de Economía 2023, Claudia Goldin, por sus aportaciones en el estudio de las brechas de género en el mercado laboral, primer caso de Premio Nobel que no ha sido compartido con otros compañeros hombres investigadores, como los casos de Elinor Ostrom (en 2009) y Esther Duflo (en 2019).
Goldin es referente para los estudios de género en el mercado laboral. El jurado del premio destacó que de su investigación se revelan las causas de la brecha de género, tanto en la participación en el trabajo remunerado como en los ingresos. Como expresa Libertad González en la conferencia de la Fundación Ramón Areces “Claudia Goldin: Las mujeres y el mercado de trabajo, una perspectiva histórica”, la explicación a las brechas de género se encuentra a partir de una combinación de factores personales y sociales que incluyen la composición y organización de las familias, la organización de los cuidados y del trabajo, que hay que entender dentro de un entorno normativo y cultural de especial relevancia para las relaciones entre hombres y mujeres.
El análisis que realiza Goldin sobre la brecha salarial de género, comparando las trayectorias laborales de un grupo de hombres y mujeres con las mismas características educativas de partida (graduados/as en un MBA) en Estados Unidos, viene explicado por la reducción de horas trabajadas por parte de las mujeres con hijos/as, así como por las interrupciones de su carrera profesional derivada de la maternidad. La maternidad solo afecta a las mujeres, que son las que ajustan su trabajo para compatibilizarlo con el cuidado de su familia.
A propósito de la comparativa de trayectorias, el trabajo en el que participé en 2011, Trayectorias laborales de las mujeres que ocupan puestos de alta cualificación, mostraba para el caso español esa mayor discontinuidad e inestabilidad laboral es las trayectorias, analizadas estas para personas ocupadas en los puestos de mayor cualificación utilizando la Muestra Continua de Vidas Laborales. Uno de los resultados más llamativos fue que en el segmento de edades comprendidas entre los 35 y 44 años, intervalo de edad, en el que la mayoría de las mujeres se inicia en la maternidad y el cuidado de sus hijos e hijas, había una mayor penalización en el mercado, con más episodios de desempleo e inactividad. Esta penalización se observaba con independencia de si tenían o no descendencia.
Por ello, es imprescindible que se avance en cambios culturales y sociales, para que la responsabilidad de los hijos e hijas, o como dice Goldin “la figura de guardia en casa” sea compartida y que “los hombres digan a sus empresas que no quieren perderse el cuidado de sus hijos”. Este podría ser un principio para ir reduciendo las brechas de género y caminando en igualdad.