La universidad, ¿fábrica de sobrecualificados?

Last Updated: junio 2, 2016By

A finales de los 70 se publicó un libro titulado Universidad, fábrica de parados(Vicens Vives, 1979). En aquel momento la cifra oficial de paro rondaba la entonces escandalosa cifra del “millón de parados”, había 117.000 matriculados de primer año de Universidad en el curso 1975/76 y se preveía que hacia 1980 no serían menos de 160.000 los titulados superiores en paro.

La situación actual está varios órdenes de magnitud por encima: hay bastantes más universitarios, muchos más parados y muchísimos más universitarios parados. En el curso académico 2014/15 había casi un millón y medio de matriculados en la Universidad; en 2013 se superó la escalofriante cifra de los seis millones de parados; y según la última Encuesta de Población Activa (EPA), de los casi cinco millones de parados, 1.083.100 tienen estudios universitarios.

Ha crecido sin parar el número de universitarios (¡en 20 años se ha triplicado!), pero los empleos para titulados superiores no lo han hecho al mismo ritmo.

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En los años 70 escandalizaba la cifra del millón de parados, y ahora hay un millón de universitarios parados. Pero las diferencias entre la España de ahora y la de los años 70 no son sólo cuantitativas. Para los universitarios la preocupación ahora no es sólo el paro. Cada vez se habla más en los medios de comunicación y en las conversaciones cotidianas de sobrecualificación, de ingenieros españoles que se tienen que ir a trabajar a Alemania o de universitarios “que no trabajan de lo suyo”.
Sobrecualificación: cuántos y quiénes

La sobrecualificación alude al desajuste entre el nivel educativo del trabajador y el requerido en su puesto de trabajo. En España ronda el 20%. Es decir, aproximadamente uno de cada cinco trabajadores tiene un nivel educativo superior al que teóricamente requiere el puesto. Al igual que en la mayoría de países, la incidencia es algo mayor entre los trabajadores jóvenes y es especialmente alta en el primer empleo.

Pero la sobrecualificación no afecta por igual a todos los titulados. Los datos reflejan que son los titulados de ciencias sociales los que comparativamente se enfrentan a un mayor riesgo de sobrecualificación. Quienes cursaron titulaciones del ámbito de las ciencias naturales o ingenierías afrontan sin embargo un riesgo comparativamente menor. Y las diferencias son especialmente considerables según la posición social de origen, medida a partir del nivel de estudios de los padres. En concreto, la incidencia de la sobrecualificación es mayor cuanto menor es el nivel formativo de los padres. Si entre los hijos de padres con estudios básicos el porcentaje de sobrecualificados es del 22%, la cifra es prácticamente la mitad (11%) entre hijos de padres con estudios superiores. 
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Títulos y capacidades

No todos los titulados tienen las mismas capacidades. Podríamos pensar por tanto que si un universitario no tiene las habilidades que se presuponen a ese título y trabaja en un puesto de “no universitario”, en sentido estricto no estaría genuinamentesobrecualificado. Esta es la idea que está de fondo en algunos análisis que distinguen entre “genuinamente” y sólo “aparentemente” sobrecualificados.

Siguiendo este marco de referencia, si tenemos en cuenta las capacidades de tipo lingüístico (literacy) con datos de PIAAC, comprobamos que en España un 77% de los trabajadores técnicamente “sobrecualificados” en realidad tienen unas capacidades similares a los de personas con la cualificación exacta requerida por el puesto. Es decir, tres de cada cuatro trabajadores sobrecualificados tienen efectivamente un nivel educativo más alto del requerido, pero realmente no se diferencian en competencias de otros trabajadores con menor nivel de estudios. Esto sugiere, por tanto, que una gran mayoría de trabajadores sobrecualificados en realidad no se diferencian tanto a nivel de competencias de otros trabajadores con menos nivel de estudios.

Negar que hay problemas en cómo la Universidad prepara para el mundo del trabajo es negar la realidad. Pero la sobrecualificación, es decir, el desajuste entre la “oferta” de titulados y su “demanda”, no es sólo un problema de la Universidad o de los universitarios españoles. Hay que mirar a la oferta, pero conviene mirar también a la demanda.

El problema no es (sólo) la Universidad

Resulta tentador señalar a la expansión educativa como causa de estos problemas con frases tan repetidas como el “es que hay demasiados universitarios” o “es que la Universidad no forma para el mundo del trabajo”. Lo que se escucha menos es que hay relativamente pocos puestos para universitarios.

El hecho de que haya crecido el número de universitarios no debe ser acogido como una mala noticia, al contrario.  Evidentemente es necesario evaluar qué falla en la educación superior en España e identificar qué puede mejorarse en la universidad española. Pero hablar de que “hay demasiados universitarios” es irresponsable, especialmente si lo que se quiere es eso que ya parece un mantra: “cambiar el modelo productivo” o construir de verdad una “sociedad del conocimiento”.

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En España no tenemos una proporción de universitarios tan distinta a la de otros países del entorno. Lo distinto en términos cuantitativos es el ritmo de crecimiento, y sobre todo la proporción de puestos para titulados superiores.

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